martes, 25 de mayo de 2010

¿Nos tomamos un café?



El mejor ambiente para disfrutar y charlar con los amigos.

lunes, 24 de mayo de 2010

Toledo, Corpus Christi

Espumante de aurífica belleza, deslumbrante y magnífica, la Custodia de la Primada Iglesia toledana, que es decir la primera joya ofébrica del mundo, pasea su gentil hermosura, ante apretada muchedumbre, en el día grande del señor.
Toledo, la sin par ciudad del arte le ofrece el marco triunfal de su fama legendaria, el nimbo refulgente de su historia, el cancato evocativo de sus rancias tradiciones, la arrogante poesía de sus calles singulares, el magnífico entusiasmo de su castellana fe.
La importancia litúrgica del acto alcanza en Toledo su desarrollo máximo y sublime. En ninguna otra ciudad de la católica España es tan grande la majestad, tan imponente el aparato, tan suntuosa la exterior vistosidad.
Suenan ya los clarines y timbales. Desfilan estandartes, pendones, cofradías. Silenciosos, en el mayor respeto, cruzan Corporaciones, Hermandades, Clero, Cabildo. Se ve el caer las flores que van formando alfombra. Se percibe el aroma bendecido del incienso. Tintinean las campanillas de oro y plata, inconfundibles.
Susurran las armonías aún lejanas, de la banda, el Tamtun ergo imone admiración. Se oye eco, en tierra, el choque de las armas que se rinden. La muchedumbre fluctúa enmudece, se arrodilla, adora...; es Dios que pasa.

martes, 18 de mayo de 2010

Leyenda " El Alfaqui"

La convivencia de “tres culturas” en Toledo no fue tan fácil como algunos intentan hacernos ver… Como en otras ocasiones hemos narrado en estas mismas páginas, las leyendas son el reflejo de las tensiones entre los pueblos que poblaban la ciudad y no siempre de forma negativa, como observamos en “El Alfaquí”.
La noche de los tiempos cubre con su manto las crónicas que los historiadores mantienen sobre Toledo. El tiempo todo lo intenta ocultar, o trastocar, o interpretar a la manera que los hombres, siglo tras siglo, lo transmiten.
Es tradición en Toledo que hacia 1086, cuando Alfonso VI penetró los muros toledanos, tras sitio de la ciudad y posterior acuerdo con los regentes musulmanes que dominaban estas tierras, permitió que el culto de éstos permaneciera en la ciudad, con el respeto firmado por ambos a la “mezquita aljama”, anteriormente recinto cristiano levantado por los Visigodos y modificado por los invasores musulmanes como su recinto sagrado más importante en Toledo y futura catedral toledana.
Una noche en la que el monarca se encontraba fuera de la ciudad, cuenta la leyenda que la Reina Constanza y el arzobispo Bernardo, ignorando la voluntad soberana violentaron el templo árabe llevando a numerosos partidarios a derribar las puertas del templo y colocar una campana en su alminar, así como un altar, dando así por sagrado para el culto cristiano el templo que hasta ese momento servía como mezquita mayor de Toledo.
Ante la burla del poder real, Alfonso VI lo tuvo en gran agravio, condenando a muerte a numerosos participantes en la tropelía, si bien su ira fue calmada, según las crónicas, por los propios musulmanes, a cuya cabeza figuraba uno de los principales caudillos, el alfaquí Abu-Walid, que solicitó el perdón real para todos los asaltantes y aceptó la consagración cristiana de la mezquita.
Este hecho, que no figura realmente en ninguna crónica que lo haga verídico, y que se ha transmitido como leyenda verbal durante siglos hasta llegar a nosotros, es complejo que se produjera. Cierto es que en la época de la “reconquista” de Toledo subsistieran numerosos musulmanes que permanecerían en la ciudad como mudéjares, respetando muy posiblemente el culto que éstos profesaban. Ya en los “Anales toledanos primeros”, hacia el 1159, se narra cómo los cristianos se apoderaron de la iglesia de San Salvador, que “era de moros”. Pero también es cierto que, dados los tiempos que corrían, es muy posible que Alfonso VI, una vez conquistado Toledo, bien por la fuerza o por la capitulación, tendiera a recuperar de forma inmediata la que conocían por la tradición había sido la iglesia mayor de sus antepasados visigóticos.
Sobre esta consagración forzosa de la mezquita mayor toledana, que narra la leyenda, en la catedral toledana, en su capilla mayor (poste central del lado de la Epístola) se puede observar una supuesta imagen de Abu-Walid, una talla de la efigie de este personaje, como recuerdo y gratitud hacia este hecho narrado. Aunque algunos no ven más que la imagen de un sacerdote de aspecto musulmán…

Leyenda " La Fuente del Moro"

Corría la segunda mitad del siglo XI, y Alfonso VI hacía varios meses que tenía sitiada la ciudad de Toledo, habitada por aquel entonces por musulmanes.

Había tomado ya el castillo de San Servando y se disponía a asestar el ataque final, mientras que, al otro lado de la muralla el hambre hacia mella en sus habitantes.

El Rey Sarraceno, junto a su invitado el príncipe Abul-Walid, evaluaba la situación y decidieron que no tenían más remedio que burlar el asedio y partir en busca de ayuda. Al-Qasim, emisario del príncipe, partió hacia Granada para solicitar al rey Abd Allah una pequeña avanzadilla, mientras Abul-Walid se dirigía al norte de África para reunir sus tropas.

Aprovechando la caída de la noche, salieron de la ciudadpor el puente de Alcántara, pero los centinelas del castillo les descubrieron y con una de sus flechas alcanzaron al emisario que continuó cabalgando, gravemente herido hasta que las fuerzas le fallaron, más allá de los cerros donde hoy se sitúa la Academia de Infantería, y cayó al suelo agonizando.

Elvira, hija del capitán cristiano al mando del castillo, que cada mañana al despuntar el alba paseaba a lomos de sucaballo por esos parajes, descubrió el cuerpo malherido de Al-Qasim y, rápidamente, rasgándose sus vestiduras, improvisó un vendaje con el que cubrió su herida. Tras esconderlo al amparo de unos matorrales, cabalgó hasta el castillo para regresar de nuevo con agua y una hogaza de pan.

Durante varios días curó y alimentó al joven hasta que se recuperó y pudo continuar su camino, no sin antes prometer a Elvira, de quien se había enamorado, que volvería para no abandonarla jamás. Ni un solo día dejó Elvira de acercarse a aquel lugar esperando el regreso de su amado.

Mientras tanto, la ciudad había sido tomada por Alfonso VI y los moros, que ahora ocupaban las colinas, planeaban su reconquista.

Elvira, aún sabiendo que corría grave peligro, burlando la guardia seguía acudiendo fiel a su cita. Pero un día fue sorprendida por una patrulla mora, ávida de venganza, que la desposeyó de su honor y la asesinó. Uno de los agresores recogió del suelo un pañuelo de seda que llevaba el nombre de su amado bordado en oro.

Un mes más tarde, cuando Al-Qasim regresó a Toledo con el ejército de Granada, el oficial sarraceno al mando, entregándole el pañuelo con su nombre, le explicó lo ocurrido y arrepentido por la acción de sus soldados, a los que ya había castigado, quiso compensarle ofreciéndole encabezar, junto a él, la reconquista de la ciudad.

El emisario rechazó la oferta y se dirigió afligido al lugar donde había conocido a su dama. Allí paso tres días y tres noches llorando su pena de amor, hasta que decidió quitarse la vida.

Dicen que sus lágrimas, derramadas en aquel suelo inerte, hicieron brotar un manantial que hasta hoy sigue fluyendo y se conoce como "Fuente del Moro“.

lunes, 17 de mayo de 2010

Leyenda "El Diablo Judio"


Desde el ahora denominado "paseo del Miradero”, se puede contemplar un breve paraje abandonado entre numerosas casas, entre la Puerta Nueva de Bisagra y lo que se conoce como Barrio de la Antequeruela. Allí hubo un gran palacio, pocos años antes de que los Reyes Católicos expulsaran al pueblo Judío de sus territorios. Era un edificio inmenso y rico, con grandes escalinatas y caras columnas de mármol extraídas de viejas villas romanas que acompañaban el transcurrir del río Tajo por las tierras próximas a Toledo. En el patio central, se habían dispuesto unas colosales estatuas en actitudes feroces, que intimidaban a las pocas personas que accedían al interior del recinto, y bajo ellas unas extrañas inscripciones que sólo los iniciados acertarían a traducir.
Los toledanos de la época otorgaron al enclave fama de lugar infernal, dando al dueño del lugar como tratante con espíritus y con el maligno, pues sólo este sería capaz de dar a tal persona las suficientes riquezas para construir semejante palacio. Muchos sabían que el propietario era un viejo judío, que allí vivía con su hija, de espectacular belleza, y a los que rara vez se veía en público.
A esta oscura fama se añadía los comentarios de los vecinos más próximos al palacio que afirmaban que durante las oscuras noches se oían a través de las paredes extraños rumores, fuertes gemidos de la bella hija del judío y en ocasiones el chirriar de extraños instrumentos… Mientras esto sucedía, unas inmensas columnas de humo asomaban por las chimeneas del palacio…
¿Quién era capaz de trabajar de esta forma todas las noches del año sino una persona con tratos diabólicos? ¿De dónde procedían los gritos y terribles ruidos que rompían el silencio de la noche toledana?
Estas y otras muchas preguntas se hacían los vigías de las murallas durante una fría noche de noviembre, mientras miraban con cierto temor las chimeneas del palacio que una noche más emitían espesas columnas de humo.
En su interior, en una gran estancia subterránea, al lado de un inmenso fuego, se encontraba un anciano de barbas blancas, consultando unos viejos pergaminos que recientemente ha encontrado en cierta cueva del interior de Toledo (pagando unas monedas a chavales que bajan hasta esos oscuros y amplios parajes olvidades por el tiempo a recuperar los preciados escritos, tesoros para el judío, con milenarios secretos escondidos entre sus renglones), en los que figuran en caracteres extraños, olvidados ya, que pocos pueden leer en la actualidad, una interminable serie de fórmulas y cálculos, acompañados de nítidos dibujos representando seres y formas infernales. El anciano gasta gran parte de las riquezas que durante toda su vida ha logrado (trabajando honradamente en el comercio con lejanas tierras), en realizar misteriosos conjuros y pactos con el diablo. Aunque sus artes de inspiración diabólica, el fin de sus desvelos es descubrir la fórmula secreta que devuelva la salud de su hija, aquejada de una grave enfermedad que ningún médico árabe (los más reconocidos en este tiempo) es capaz de curar.
En la noche oscura de noviembre en la que los vigías miran hacia las chimeneas del palacio, el anciano padre, preocupado, mezcla extraños brebajes en el extenso laboratorio alquímico improvisado en los sótanos… Queda poco tiempo, pues su hija empeora con los días, y hoy es la noche en la que ha logrado reunir todos los ingredientes para una importante prueba…
Pero la fatalidad persigue al anciano, pues cuando en el preciso momento en que dos guardias miraban los tejados del palacio, se escuchó un prolongado rumor, similar al que precede a un terremoto, al tiempo que una intensa llamarada iluminó la noche de Toledo y al poco, una terrible explosión hizo desaparecer el palacio envolviéndolo todo en llamas.
Tras una dura noche en la que numerosos vecinos se aproximaron a ayudar en las tareas de extinción, para evitar que las llamas arrasaran todo el barrio, y con las primeras luces del día, las autoridades de la ciudad, incluyendo el Obispo, se acercaron hasta los rescoldos humeantes del palacio, y tras bendecir los restos, los presentes vieron cómo de entre las ruinas se recuperaban los cuerpos de sus dos habitantes, prácticamente carbonizados.
Todos interpretaron sus muertes como una intervención del maligno, o como un castigo por los rumores que habían oído de los habitantes del palacio. Nadie supo jamás que un padre intentaba salvar la vida de su hija, con catastróficas consecuencias. Tal vez no fuera el camino más acertado, pero la superstición y la desesperación llevan a veces a caminos prohibidos.
Hasta hoy, en el solar que ocupó el palacio incendiado, nadie se ha atrevido nunca a edificar, y se sigue observando alguna ruina que allí asoma desde el paseo del Miradero.

Leyenda "El Pozo Amargo"


Tiempo ha que en la noble mansión de doña Leonor el silencio es absoluto. Terminado el rosario, que pasa la propia dueña después de yantar de la noche, los criados, una vez apagadas las luces y escudriñados rincones, retíranse a su aposento a descansar.Todo es silencio en la noche estrellada y lunar. De improviso, una sombra surge del portal, que con mucho sigilo y cuidando que los goznes no chirríen, cierra las claveteadas puertas, y calado el chambergo, embozado en su amplia capa carmesí y con la mano en la empuñadura de la espada, se aleja procurando que el ruido de las espuelas no le delate. Es el joven don Fernando, que, presuroso, se dirige por la actual calle del Nuncio Viejo, sorteando encrucijadas peligrosas, a ver a Raquel, la bella hebrea, señora de sus pensamientos.Sonoras e imponentes caen sobre Toledo las diez campanadas de la noche. Don Fernando encamina sus pasos calle abajo, hasta detenerse junto a las tapias de un frondoso jardín que circunda el palacio del potentado israelita Leví. La noche, con su silencio perfumado de mirtos y claveles, envuelve acogedora las fragancias líricas de la juventud. Con cuchillos de plata, la luna hiere en un ventanal sus góticos ajimeces, mientras riela temblorosa, al murmullo del surtidor, en el estanque del jardín.Como a una cita prevista, en la ventana aparece Raquel, la hija única del potentado judío. Don Fernando, al verla, hace una cortés reverencia, y con agilidad increíble, asiéndose a las yedras y a los salientes, escala la tapia y va a reunirse con la amada en el fondo del jardín. La luna, con su cara enyesada, sonríe funambulescamente al ocultarse entre los jirones de tul de las nubes, pero no sin antes arrancar destellos de una daga que describe una curva de muerte y va por la espalda al corazón de don Fernando. Un gemido ahogado y un cuerpo que se desploma sin vida sobre la arena del jardín, mientras que la sombra homicida se pierde en las frondas. Acude Raquel, y un grito siniestro se escapa de su pecho al ver sangrando en tierra al caballero. La luna se ha ocultado ahora entre nubes cárdenas y estalla el trueno, al tiempo que resuena una carcajada del viejo vengativo.
Todas las noches Raquel acude como a cita imaginaria al brocal del pozo del jardín. Su blanca silueta destaca sobre el fondo verdinegro de los vergeles, mientras sus pálidas manos enlazadas descansan sobre el regazo. Vierte sus lágrimas doloridas en el fondo del pozo, cuyas aguas un día se hacen amargas. Y cierta noche, en el sortilegio del plenilunio, la infeliz Raquel, en su extravío, creyendo ver en las aguas de la cisterna la imagen del amado, es atraída por ella a lo hondo.


domingo, 16 de mayo de 2010

Leyenda "La Casa de las Cadenas"


Cuenta la leyenda que allí vivía un judío converso, el más hábil labrador del hierro. De sus manos procedían nobles rejerías, aldabones de las fuertes portadas toledanas y también algunos de los más famosos aceros toledanos, destinados a los caballeros que contra los moros luchaban al sur de Castilla.
En los sótanos de esta casa trabajaba nuestro protagonista, bajo un hermoso patio y tras amplios muros que bastante ocultaban del intenso calor del verano toledano y apartaban del trabajo las curiosas miradas de los vecinos y transeúntes. Algunos comentaban que esta casa no era propia de un converso, aunque no sabían que había sido dada por un afamado caballero en pago por unos magníficos trabajos realizados. Estos pedidos seguían llegando, pues la guerra en Granada seguía su trámite…
Con el tiempo, parece que la producción se especializó en cadenas… Durante meses, el fuego no paró en la casa del converso, y el intenso resonar del martillo golpeando el metal no callaba ninguna noche. Los vecinos observaban estupefactos cómo salían carros cargados de pesadas cadenas, a altas horas de la madrugada, con el ruido ensordecedor en la noche de las ruedas chocando contra el empedrado toledano, el restallar de los látigos sobre las bestias que tiraban de los carros, y los gritos de los hombres destinados a llevar tan pesado cargamento hasta supuestas, por los vecinos, tierras de Granada.
Los Reyes Católicos fueron ganando terreno en el reino de Granada. Lentamente comenzaron a regresar a la ciudad los cristianos liberados por las tropas cristianas. Uno de ellos trajo consigo y mostró en Zocodover las cadenas con las que había estado prisionero en las cárceles nazaríes, y todos reconocieron estupefactos los sellos y el diseño que el judío converso realizaba en Toledo…No se cuenta el fin del autor de las cadenas, si consiguió escapar o fue ajusticiado. Queda como recuerdo la casa donde eran forjadas, ahora llamada “de las cadenas”, y también quedan como recuerdo las cadenas que hoy cuelgan de los muros del monasterio de San Juan de los Reyes, pertenecientes a los miles de prisioneros cristianos en el derrotado reino de Granada.